El adiós a una mente brillante

Lo admiraba. Gustavo Escanlar era esa persona que decía exactamente lo que yo pensaba, sin importarle que ese pensamiento fuera políticamente incorrecto. Y no sólo lo decía, sino que lo fundamentaba. Nunca era “porque sí”, siempre había razones, compartidas o no (porque no siempre estuve de acuerdo con él). Haberlo conocido como parte del equipo de “Qué Pasa” me hizo saber que había un Escanlar cuando se prendían las cámaras y los micrófonos, y otro cuando te cruzabas con él sin esos “testigos”. Ahí era un hombre callado, de perfil bajo, parecía hasta tímido. Decir cuál de los dos era el verdadero Escanlar es imposible, creo que los dos eran este brillante comunicador que sabía exactamente cómo comportarse en cada lugar para provocar el efecto deseado. Lo escuché poco en radio. En TV, me gustaba lo que hacía en “Zona urbana”, cien por ciento provocador con su “molesto, irritado y confuso”; lo que hacía en “Bendita TV”, definitivamente devenido otro programa cuando él se fue (yo lo prefería con él), y lo que hizo en el breve “Insomnio”. Su ironía, humor negro y observaciones ajustadas de la realidad para mí eran impecables, disfrutables y envidiables por ese coraje de animarse a decir. Confieso que me hubiera gustado trabajar para él, hubiera ganado un editor con el que seguramente me hubiera enojado o rabiado muchas veces, pero con el que a la larga me habría dado cuenta de que estaba aprendiendo. La última vez que lo vi fue de lejos, en una función de la película “Machete”. Escuchando a los fanáticos de Robert Rodríguez gritar, reír y aplaudir cada incorrección, abundancia de sangre y humor negro del film, imaginé que Escanlar bien podría ser uno de ellos. Pero sabía que estaba callado, riendo para sus adentros. Porque él era esos dos y por eso era único. Hasta siempre, Gustavo, te vamos a extrañar.