Gracias Rial

Se fue Jorge Rial de "Gran Hermano". Para mí, un alivio. ¿Por qué? Porque se fue un tipo que aburría las galas con un estilo de conducción "catástrofe", como si dentro de esa casa se estuviera decidiendo el futuro de la humanidad: "la casa late", "la casa tiene vida propia", eran frases que, acompañadas de su ceño fruncido y las pausas que imprimía a lo que decía, lo hacían ver así y no como el juego que es. Se va el tipo que esta semana deslizó comentarios como "por lo menos que tenga todos los dientes", cuando los "hermanitos" subastaban una salida de la casa para ver a un ser querido y Rial se sorprendía por el dinero que estaban poniendo en juego por esa persona. Después hablan de discriminación o racismo por algo dicho entre dos personas en una cancha de fútbol y no en el medio más popular de todos como es la TV. Se fue el tipo que, en su penúltima gala, se babeó más allá del límite aceptable de "viejo verde" por una chica de 20 años que entraba a la casa como suplente. Se va el tipo que entraba al estudio saludando como si fuera el centro del programa y abandona el barco porque el rating no levanta, por más que diga que es por su salud (¿dos veces por semana, dos horas y media cada día, es mucho estrés? ¿qué deja para Mariano Peluffo u otros conductores de otros programas o canales que están todos los días, varias horas?). Y se va el rey del doble discurso, el que criticaba despiadadamente a "Gran Hermano" cuando estaba fuera de él y que ahora lagrimea por dejarlo. Por eso celebro que ya no sea el conductor y, aún temiendo que al elegir a Peluffo como su reemplazo se termine por degastar la imagen de un conductor que lo merecía y que es millones de veces superior a Rial, me alegro de que se haya producido ese cambio. Era hora.