"Luis Miguel" supo ganarse al público

Confieso que el primer capítulo de "Luis Miguel - La serie" no me convenció. Me costó entrarle a su dinámica de relato, yendo todo el tiempo adelante y atrás en el tiempo, y no siempre a los mismos tiempos. Pero con el correr de los episodios me fui acostumbrando y el rompecabezas fue más fácil de armar. Entonces, me encontré que estaba ante una muy buena serie, contada -es cierto- con el melodrama propio de un culebrón mexicano, pero no por ello desechable. Todo lo contrario. Diego Boneta, en la versión adulta y presente, muy bien secundado por Izan Llunas (Luis Miguel niño) y Luis de la Rosa (Luis Miguel adolescente), hicieron un excelente trabajo para mostrar las distintas épocas del artista mexicano (o no), en una historia que se apoyó fundamentalmente en la relación abusiva que mantuvo con su padre Luisito Rey (un impecable Oscar Jaenadas). Pero la serie no solamente se ocupó de contar la historia, en partes, bastante desconocida, del artista, sino que también creó un interés en un misterio hasta entonces poco divulgado: el paradero de la madre de Luis Miguel, Marcela Basteri. Precisamente ese es el gancho que utiliza la serie para dejarnos esperando ansiosamente la segunda temporada, ya que en el último capítulo de la primera, Luis Miguel recibe los resultados de la investigación que el Mossad (servicio secreto israelí) hizo del paradero de la italiana. El suceso de "Luis Miguel" se dio a nivel mundial, permitiendo que el cantante recuperara su fama algo venida a menos. Su gira se disparó y sus temas se volvieron a escuchar. Lo pude comprobar personalmente una mañana en mi casa, cuando de la casa de mis vecinos llegó el sonido de una de las canciones del "Sol de América". Algo extraño hace unos años. Mérito de un producto televisivo que, según mi parecer, venció muchos prejuicios.

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