Sobre gustos

Una pareja sale a cenar y elige el mismo restaurante que la semana pasada, aunque él no había quedado muy conforme. A la hora de pedir sus platos, Juan vuelve a elegir el lomo con vegetales salteados, como la primera vez. "¿Por qué?", le pregunta Cecilia. "Quiero darle otra oportunidad", le responde su esposo. Le sirven su orden y Juan encuentra que su plato tiene los mismos problemas de la primera vez y lo devuelve. El mozo, asombrado, no entiende su reacción. "Nuestro chef se preparó en los mejores institutos del país y ha hecho especializaciones por todo el mundo", le dice a Juan. "Bueno, pero este plato no le queda bien, algo fallará en su preparación", le contesta el cliente. "No puede ser. Julio, quien corta los vegetales, es un esforzado padre de familia que llega todos los días puntual al trabajo y lo hace con gran dedicación. Estela, que condimenta la carne, está horas haciendo su tarea. Y, además, el lugar cumple al pie de la letra con todas las recomendaciones bromatológicas", insiste el mozo. "¿Quiere que le llame al chef"?, agrega. "No -le dice Juan-, me basta con probar el plato, lo que pase en la cocina es asunto de ustedes. Yo confío en el lugar que elijo". "Quizás usted no esté preparado para juzgar este plato", insiste el mozo. "¿Preparado? Soy un comensal como la mayoría de los que están en este lugar, común y corriente, que sólo quiere comer algo rico, que le guste. ¿Qué diplomas necesito para eso si este restaurante funciona gracias a que gente común, como yo, venga a comer y le guste lo que le sirvan?". "Con su actitud usted nos está perjudicando, señor", lo corta el mozo. "Se equivoca. Ustedes abren sus puertas a todo el mundo y los que venimos tenemos derecho a decir si nos gusta o no lo que hacen. Y tenemos derecho también a comentarlo con otras personas. A ustedes les toca mejorar el plato que falla, sobre todo si hay más de un comensal que se queja. Y eso no quiere decir que el resto de los platos estén mal ni que no estén haciendo lo mejor dentro de esa cocina. En mi caso, voy a pensarlo dos veces antes de decidir si vuelvo a este lugar", concluye Juan.

Al lector le propongo ahora que cambie el lomo con vegetales salteados por el nombre de algún programa de televisión o comunicador de los medios. El restaurante es el medio y los comensales, los televidentes. Yo creo que son situaciones equiparables y explican desde qué lugar escribo este blog. Me considero un comensal común y corriente que entra al restaurante a comer un buen plato y, como tal, tengo derecho a decir si me gusta o no. Nada más.

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