Hay pronósticos y pronósticos

Era casi una fija. Uruguay se venía con una medalla de los Juegos Olímpicos en fútbol. Para muchos periodistas deportivos era la de Oro seguro. Suárez sería figura, Cavani acompañaría con genialidades y los más jóvenes empezarían a perfilarse para ser las piezas de recambio de la selección mayor. Pero nada de eso ocurrió. Los pronósticos de los expertos cayeron por el piso, no escuché a nadie que predijera una eliminación en Primera Fase (quizás lo hubo). Pero en definitiva se trataba de fútbol, un juego en el que bien lo repiten sus protagonistas y muchos nos burlamos: "son once contra once, noventa minutos, puede pasar cualquier cosa". Y se acepta que así sea porque en ese deporte, como en muchos, la cuota de azar, de lo inesperado y de la sorpresa existe y, en parte, es lo que lo hace atractivo. Quizás muchos vendedores de camisetas, banderas y entradas diseñen su negocio en base a los pronósticos de periodistas expertos o a favoritismos. Pero sabiendo que no están trabajando con una ciencia exacta. Parecerá que ésta columna es deportiva y no. A lo que quiero llegar es que mientras que los pronósticos de Da Silveira, Kesman o Scelza no le cambian esencialmente la vida a nadie y están dentro de un juego, los de Diego Vázquez Melo, Guillermo Ramis, Núbel Cisneros y Juan Torraca sí son cosa seria. Ya escribí una vez que no entiendo cómo algunos de estos señores (no todos) se toman su trabajo para la broma y generan alarmas inexistentes, y aún así siguen estando donde están y volviendo a aparecer con más pronósticos errados como si nada hubiera ocurrido. Y disfrazados. En Uruguay íbamos a padecer un gran temporal la semana pasada, casi similar al de aquel terrible 23 de agosto. Eso hizo que gente para la cual el estado del tiempo es dato fundamental para su trabajo tomara recaudos, quizás algún padre optó por no enviar sus hijos a esas escuelas que no resisten las fuertes lluvias o alguien programó su día teniendo en cuenta que a determinada hora se hacía necesario estar bajo techo. Pedir perdón luego puede verse como una actitud a destacar, pero tampoco cubre el error. Más cuando no es el primero. La meteorología podrá no ser una ciencia exacta, pero tampoco puede ser tomada como un juego, como el fútbol. Equivocarse en este último caso deriva en bromas o tomaduras de pelo y en decir que "siempre hay revanchas". En aquel implica algo más serio que no se soluciona con una próxima goleada.

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