De las mejores series del año
Terminó "Historia de un Clan", basada en el caso de la familia argentina Puccio, que operó en los años 80 secuestrando y matando a varias personas. Casualmente este año también hubo una película en el cine al respecto, diferente a lo que Luis Ortega hizo en televisión con producción de su hermano Sebastián. Mientras en el cine la historia debió ajustarse a lo que podía contar en menos de dos horas, en la pantalla chica hubo más tiempo y espacio para los detalles y la descripción de personajes. Quizás por ello y por las características de Luis Ortega, la serie se permitió muchas más licencias que la película. Jugó más con las características de cada miembro de la familia y de la banda, fueran reales o producto de la imaginación del guionista, y jugó también al colocar escenas que resultaron bastante bizarras. Como ver a la familia bailando una coreografía, a la menor de las Puccio moviéndose siempre en patines (los dejó en los últimos capítulos) o a la mayor teniendo una relación bastante extraña con una monja. Eso sin contar las exageraciones a la hora de interpretar personajes: un Arquímedes Puccio boca sucia y degenerado por demás (bien diferente al que compuso Guillermo Francella en el cine, más frío e introvertido), un "Maguila" de hablar y actuar muy tosco o tonto, dos integrantes de la banda con sus propias locuras, y un militar sin un brazo algo disparatado que sirvió para descubrir a un Tristán no cómico. La serie se fue armando así en base a escenas entre creíbles e increíbles, entre serias y graciosas, entre rigurosas con la realidad y muy voladas. Con una selección musical impecable y muy atractiva, y una fotografía con momentos muy altos, Ortega se lució en su rol de director. Imposible dejar de lado un elenco de gran altura, con actuaciones realmente sobresalientes y que uno ya adivina ganadoras del Martín Fierro. Cecilia Roth, Gustavo Garzón, Pablo Cedrón y Verónica Llinás son ya actores con nombres ganados y lo demostraron. Destacaron como revelaciones Rita Pauls y María Soldi en los papeles de las hijas de Arquímedes, y cumplió muy bien Justina Bustos como novia de Alejandro. Costó un poco más acostumbrarse a la actuación de Nazareno Casero, que por pasajes sonaba como medio artificial o forzada, pero si se la pensaba, era adecuada para su personaje de "Maguila". Está claro que los mayores aplausos se los llevan Alejandro Awada y el Chino Darín, en ese duelo padre e hijo que fue lo más parecido a la lucha entre el malo y el bueno que uno puede encontrar en una historia de ficción. Awada en una composición brillante, haciendo de Arquímedes un ser muy detestable, y Darín confirmando que es uno de los mejores actores de su generación, creando un Alejandro Puccio debatiéndose entre la culpa y la obediencia familiar. Si bien el tono general de la serie fue rozar lo bizarro (y meterse de lleno también), el último capítulo fue absolutamente convencional. No hubo excesos, no hubo escenas locas, no hubo licencias poéticas. Pura información, incluso mezclando con imágenes de archivo con los verdaderos Puccio siendo apresados o entrevistados. Quizás por ese ajuste tan pegado a la historia que eligió el episodio final es que se le puede reprochar que se haya olvidado de contar qué pasó con los integrantes de la banda, con espacio tan importantes en otros capítulos. Sacando eso, el cierre estuvo a la altura de todo el producto: atractivo, original por pasajes, brillante en su factura, genial en actuaciones, descollante en ciertos diálogos o parlamentos. Luis Ortega ya puede ir haciendo lugar en su repisa porque el año próximo la llenará de premios por esta serie. Y bien merecidos que los tendrá, tanto él como cada uno de los responsables de que esta ficción esté entre lo más alto del año.
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