Detalles que no dañan, pero causan gracia
Unas columnas atrás elogié a "Los ricos no piden permiso" como un producto bien hecho para lo que se espera de él, que sea un culebrón como los de antes. Porque eso es lo que funciona hoy en día, basta verlo en el éxito que tienen las telenovela turcas. Adrián Suar lo captó, dejó el costumbrismo o la telecomedia atrás, y apostó a la telenovela pura y dura. Y en ese rubro, "Los ricos no piden permiso" es un buen programa. Más allá de eso, igual hay cosas que pasan o que se ven que, incluso aceptando los códigos del culebrón, dan un poco de gracia y se podrían modificar. Como por ejemplo que Elena, la empleada doméstica que encarna Agustina Cherri, use zapatos de plataforma (y distintos) para hacer las tareas de la casa. Algo ridículo, imposible y para nada cómodo. O, siguiendo con la ropa, que Bernarda (Leonor Benedetto) esté siempre vestida como si viviera en la ciudad, cuando está en una estancia y sus tareas son de controlar que la casa funcione. Por lo general, todo el tema del vestuario es muy gracioso, aún sabiendo que muchas actrices están respondiendo a las marcas que las visten. Igual, no es el look que se llevaría en una estancia aunque se fuera el "rico" de la casa. Pasa también con Lisandro (Raúl Taibo), siempre con sacos en medio del campo. Otro de los errores creo que se da cuando apelan a los "flashbacks" y viajan varios años atrás en el tiempo: los looks y cortes de pelo no cambian. Esther (Leonor Manso) tiene el mismo corte y usa los mismos vestidos que en la actualidad; Laura (Viviana Saccone) está tal cual como cuando desapareció, hace seis años. Pasando a otros aspectos, causa gracia también que se aproveche cada oportunidad para mostrar a Luciano Cástro, en su personaje de Rafael, con el torso desnudo. Es evidente que su buen estado físico es una de las cosas que la tira quiere aprovechar y destacar. Son detalles, pequeñas cosas que no arruinan el producto, pero que se podrían evitar porque tampoco lo ayudan. Además, son esos elementos que hoy hacen que a veces nos riamos de la TV de antes, porque los códigos eran otros. ¿Entonces por qué no corregirlos en la TV actual y así lograr un producto más creíble dentro de lo que el culebrón es? De todas formas, repito, para mí "Los ricos no piden permiso" cumple con las expectativas y los objetivos que se ha fijado. Que después al público le guste o no el género, es otra cosa.
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