Una buena serie que baja cortina

Dos semanas después de finalizada la cuarta temporada de "Masters of Sex" (en América Latina se despidió el viernes 2 de diciembre, por HBO), la señal Showtime anunció que no habrá quinta temporada. Una pena para una serie muy bien hecha, escrita y actuada que no consiguió reunir los promedios de audiencia que la mantuvieran en pantalla. Una media de poco menos de 800 mil espectadores por capítulo no se podría considerar una cifra despreciable, pero sí lo es si se tiene en cuenta que, por ejemplo, "Ray Donovan" llega a los dos millones. Más allá de lo muy buena que fue "Masters of Sex" hay que reconocer que, lo que empezó como "la historia de William Masters y Virginia Johnson", la pareja de sexólogos que revolucionó los estudios referidos al tema, con el correr de las temporadas se fue apartando de la historia real para ir creando su propia historia, cosa que fue admitida por sus responsables. Eso quizás alejó un poco a aquellas personas que querían saber realmente lo que ocurrió en la vida de Masters y Johnson, gente que no tenía ganas de tomarse el trabajo de chequear qué era cierto y qué eran licencias de narración. Muchos además -me incluyo- querían saber cómo fue la vida de los investigadores luego de casarse ya que, hasta la cuarta temporada, seguían en un ida y vuelta y manteniendo vínculos con otras personas (hasta la tercera, Bill estuvo casado). Tal vez cansó un poco ese demasiado largo histeriqueo entre los protagonistas que, si bien llegaron a concretar encuentros sexuales y a decirse "te amo", no lo transformaron en una relación formal y blanqueada a la vista de todos. Y bien sabido es que Masters y Johnson se casaron y hasta se divorciaron luego de tres décadas juntos. Lo sucedido de su matrimonio hacia adelante no fue incluido en la serie, que terminó con el "sí, quiero". Salvando este inconveniente, Masters of Sex tuvo una excelente reconstrucción de época, con escenarios, vestuario y maquillaje montados al detalle y de forma muy atractiva. Accesorios cuidados de un elenco excelente, en el que se lucieron fundamentalmente Michael Sheen y Lizzy Caplan, como Bill y Virginia, y Caitlin FitzGerald como Libby, la primera esposa de Bill. Funcionaron como un excepcional trío protagonista, confirmando Sheen su talento, sorprendiendo Caplan al salir de la comedia, y sorprendiendo también FitzGerald como revelación, una actriz hasta entonces poco conocida. Pero no alcanzó. Se trata de esas series que son perfectas para la crítica, y para un público reducido y exigente en ciertos terrenos, pero que la masa no acompaña y por eso terminan debiendo abandonar la pantalla. Es la ley del mercado, a veces muy injusta, como en este caso.

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