El caníbal más importante

Ya escribí sobre "Entre caníbales" en una columna anterior, pero como la sigo viendo con entusiasmo me gustaría ampliar sobre un aspecto que me atrapa mucho de esta tira de Juan José Campanella: los personajes y sus diálogos. Dentro de los primeros, hay una serie que no solo son muy interesantes, sino que están muy bien actuados. No son precisamente los principales, si por ello entendemos a los "buenos" de la historia. Tanto la Ariana de Natalia Oreiro como el Agustín de Benjamín Vicuña son personajes bastante convencionales, poco sorprendentes, creados al parecer para satisfacer el deseo de ver a esa persona que todos nos gustaría ser: alguien que busca justicia y, si lo hace por métodos poco aceptables, se justifica porque el daño que le hicieron fue más inaceptable aún. En ese sentido, en muchos aspectos tienen mucho de cliché, lo que no quiere decir que estén mal interpretados. Solo me parece que ofrecen pocos desafíos u oportunidades de lucimiento a Oreiro y Vicuña. En el otro extremo y despegado del resto está el Rafael Valmora que encarna Joaquín Furriel. Es un personaje con muchas y ricas aristas: el político ambicioso con sed de poder, pero con valores en los cuales la defensa de la amistad y de los afectos no se negocia, salvo casos muy extremos. Quizás equivoque los caminos para llegar a sus objetivos, pero no lo hace por malo, sino porque está convencido de que esa es la forma, y que hay veces que el fin justifica los medios y el daño no es tal si se alcanza lo que se busca. Un personaje como ha habido muchos, pero al que Furriel imprime un estilo propio que lo hace muy creíble y hasta por momentos querible. Le aporta humor, con chistes y salidas oportunas, muchas de ellas llenas de sarcasmo, un sarcasmo inteligente. Le aporta lealtad y comprensión con sus seres queridos, y hasta algunos toques de vulnerabilidad. En todo eso tiene mucho que ver los textos que le toca actuar, muy bien escritos, con diálogos jugosos. Son muy buenos los que mantiene con otro gran actor y dueño de otro gran personaje de la historia, como lo es "El Armenio" que compone Sergio Blanco. Un hombre de principios, viejo lobo de mar de la política, que siente que su tiempo se termina y que debe aprovechar el gran momento político que atraviesa el líder en crecimiento que es Valmora. Luego hay una linea de secundarios que parecen insignificantes, pero tienen roles claves que hacen al funcionamiento de una historia: como el amigo alcahuete y torpe que interpreta Gerardo Chendo, siempre pronto para elogiar a su amigo-jefe; la esposa de vida acomodada de Lemos Arenal que le tocó a Natalia Lobo, tan leal a su marido como incómoda con lo que sucede a su alrededor, o la esposa de Valmora que hace Verónica Pelaccini, buscando mantener las apariencias aunque se lleve a las patadas con su marido. Menos logrados y más clásicos son el cura joven y moderno a la hora de adoctrinar fieles que es el Padre Martín (Danny Pardo) o el ya más trillado joven con ideales hijo de Ariana (Gabriel Gallichio). Todos, a su manera, son caníbales, pero si hubiera que elegir a un caníbal mayor y para mí verdadero protagonista de esta historia, ése es Rafael Valmora. Se come a todos los demás personajes sin duda. Pero claro, no es perfecto, tiene más oscuridades que momentos de luz, no es políticamente correcto, así que imposible que pueda ser el protagonista. Campanella lo sabe y lo coloca como parte de un trío protagonista. Atenúa el golpe y es el televidente el que termina por ponerlo por encima de los otros dos. Por lo menos es lo que me sucede a mí y lo que hace que siga apostando a esta tira cada semana.

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