En el documental, la realidad es una sola
La película "Sangre de Campeones" abrió el debate de las libertades en el cine. Libertades en cuanto al manejo de la información que aparece en las películas. En lo personal, creo que no hay debate. Si una película es un documental, exige rigor en lo que se transmite; si se trata de una ficción, todo puede suceder. Por eso estas últimas, por lo general, al principio o al final aclaran con un texto en qué lugar se paran. Por ejemplo, la serie sobre Luis Miguel que emite Netflix, dice que muchos de los diálogos se imaginaron o recrearon a los efectos de ser funcionales a lo que se está contando. La serie cuenta con el aval del artista, por lo que viene a ser una historia oficial, pero como está ficcionada se toma ciertas libertades. En la ficción, esas licencias pueden ir desde la recreación de diálogos que no se dieron tal cual o simplemente no se dieron pero ayudan a contar, hasta la simplificación de varios personajes en uno por una cuestión de la duración del producto o incluso manejo de recursos. Son apenas unas de las tantas libertades que la ficción permite. En el caso del documental puro y duro, la cosa cambia. Ahí el espectador exige que la información sea cierta y se dé al pie de la letra porque lo que se está documentando un hecho real. Por eso, que "Sangre de Campeones" cometa varios errores en lo que le presenta al espectador, es para mí un error imperdonable. Después está el tema de las omisiones, si está bien no decirlo todo. Quizás se justifique por el lado de que no todo entra y que la película, además de rigurosa, debe de ser entretenida y no apabullar al espectador con datos y datos. De acuerdo, pero cuando lo que se está omitiendo es información clave o fundamental para entender muchas cosas, ahí creo que la decisión es equivocada. Y más equivocada aún si se omiten datos para no quedar mal con un tercero, para evitar la polémica, para ser políticamente correctos. Me parece que en "Sangre de Campeones" quisieron evitar polémicas y le salió al revés, terminaron creándola con quienes decidieron ignorar. Y es lógico, nadie quiere quedar afuera del relato de un hecho histórico si tuvo mucho que ver con él y menos si es para no ofender a otros. Un documental no se hace -o no debería hacerse- para quedar bien con Dios y con el Diablo, se hace para transmitir lo que realmente sucedió. Si hay suficientes pruebas y documentos para demostrar que la realidad es una, pues bien, que sea esa la realidad que veamos en la pantalla.
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